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¿Son Nazis?

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“Los nazis odiaban a los periódicos y a los periodistas. Desde un principio. Se regocijaban con el desapego, incluso el creciente desprecio de los lectores hacia la prensa y la política. Lo fomentaban. No estoy seguro que los insultaran como ‘putas’ o ‘juntaletras’ como ocurre hoy en Italia. Sin embargo, no había discurso, mitin o artículos de opinión en el que no arremetieran violentamente contra la Lugenpresse, la prensa de la mentira. Se ensañaban especialmente contra la prensa de izquierda, la prensa marxista. Con igual o mayor virulencia atacaban a la prensa ‘judía’, a la prensa ‘burguesa’ de orientación liberal o democrática… Pero también despotricaban contra la competencia, los tabloides y los diarios de la derecha nacionalista… sin el menor miramiento, sin una mínima gratitud porque durante años les hubieran allanado el camino siendo más groseros, más reaccionarios, más radicales enemigos de la izquierda, de la izquierda liberal y de los judíos que las propias publicaciones nazis”.

Para seguir con las marcas de época que trascienden a la Argentina, quiero recomendarles un libro tremendo, del cual extraje la cita anterior. Llegué a él cuando escuché que, en un reportaje con Gustavo Sylvestre, el Papa Francisco lo recomendó, para fundamentar su preocupación por la eventual llegada al poder de líderes de ultraderecha que reimplanten sistemas autoritarios parecidos al nazismo. Se llama Síndrome 1933. Es un texto relativamente pequeño, escrito por un periodista turco llamado Siegmund Ginzberg, que se mudó de muy pequeño a Italia, donde realizó una carrera muy exitosa. El libro tiene un subtítulo: La filología del odio.    

Ginzberg arranca admitiendo que no cree en las analogías entre distintas épocas pero que en los últimos tiempos se sorprende porque convive con distintos episodios que lo remiten instantáneamente a la década del ´30, cuando el nazismo tomó el poder. Esa ambigüedad es muy interesante. Por un lado, no cree que vuelva el nazismo. Por el otro, encuentra síntomas de que eso puede suceder. Por un lado, no quiere caer en un tremendismo tonto. Por el otro, teme parecerse a los que, en los años treinta, minimizaban ese peligro.

En cualquier caso, van aquí un par más de párrafos:

    –“Desde el principio, los nazis demostraron ser campeones del insulto, de la hipérbole polémica, de las groserías lanzadas contra los opositores, los judíos y cualquiera ajeno ‘al pueblo’. Acompañó su ascenso, un ‘a la mierda´ incesante, silabeado, reiterado, infinito. No se trataba de un mero desahogo plebeyo: era una representación estudiada, deliberada. Ya había mucha violencia, también verbal, en las continuas campañas electorales, los comicios y los debates políticos en la República de Weimar. Una violencia teatral”.

    –“Existen mil formas de conjugar el ‘todo es culpa de’: todo es culpa de los políticos, de la burocracia, de los comunistas, de los privilegiados, de los inmigrantes, de los miembros de otra etnia… El juego consiste en atribuir la responsabilidad de cualquier situación a cualquiera contra el que podamos dirigir nuestro resentimiento. En la Alemania de aquella época recaía especialmente sobre los judíos. Que a su vez también eran extranjeros, bolcheviques, inmigrantes o políticos de la odiada República de Weimar. Hoy en día, tres cuartos de lo mismo: de nuevo los inmigrantes, la elite, la casta, Wall Street, los poderes fácticos, los sueldos vitalicios, los burócratas que ‘nunca rinden cuentas’”.

   –“Al Partido Nacional Socialista lo beneficiaba el hecho de contar con un líder indiscutido e indiscutible, que estaba dispuesto a erradicar cualquier disidencia interna, a aplastar sin piedad e incluso a eliminar físicamente a todos los rivales potenciales, a cualquier sospechoso de desobediencia o de desafío a su autoridad”.

    Si no sirve como una descripción precisa de esta época, tal vez sea importante leerlo como una advertencia.

Ernesto Tenembaum

Ernesto Tenembaum

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Siempre hay algo más para contar. Un dato que se escapó de la agenda diaria; un libro que ayuda a entender el mundo; un artículo de la prensa extranjera que cuenta aquello que la abrumadora agenda argentina no permite ver. También esa película u obra de teatro que nos permite disfrutar de un buen rato cuando queremos dejar la actualidad de lado.

Etcétera. Objetos perdidos, restos diurnos y todo lo demás. La página personal de Ernesto Tenembaum, también llega mensualmente a la comunidad de suscriptores del newsletter.

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