En estos días se discute mucho entre colegas acerca de cómo entrevistar a un Presidente. La idea de esta entrega de Etcétera consiste en utilizar como excusa ese tema para recomendar algunos de los grandes reportajes de hoy y de siempre. O, al menos, los grandes reportajes que yo recuerdo. Pero antes me gustaría decirles que yo agradezco algunas de las apariciones de Javier Milei con colegas que lo defienden. Porque el material que nos brindan es espectacular. El debate público sería menos rico si no hubiéramos visto esta escena de Milei, con Jonatan Viale y Santiago Caputo, o si no recordáramos el día en que Milei, frente a Alejandro Fantino, dijo que iba a dolarizar la economía y que ya tenía la guita para hacerlo o, mucho más cerca en el tiempo, si Milei no hubiera jugado con su marioneta en Neura o hablado de la relación entre su hermana y la crema pastelera. El reportaje amable, cómplice o como se quiera llamar es un género que aporta mucho porque expone al entrevistado en un marco de extrema comodidad donde se relaja y exhibe. Después, está en cada uno ser partenaire del show o no. Pero eso es lo de menos. Además, hay que decir que entrevistar a un Presidente es muy difícil. Son personas inteligentes, con mucha experiencia y las herramientas de un periodista son limitadas: no puede interrumpir demasiado, debe consentir que el otro se adueñe del micrófono, las repreguntas no son infinitas, no pude levantar la voz. Eso no justifica lo que uno ve en estos días, pero le da un marco. Sé que son ideas polémicas, especialmente para quien no ejerce nuestra profesión, pero son las mías. Tampoco es que daría la vida por ellas, y tal vez esté equivocado. Quién dice.
Pero vamos a lo nuestro. He aquí algunos grandes reportajes que, como mínimo, no me han dejado indiferente.
NICOLÁS MADURO
Jordi Évole tal vez sea el mejor entrevistador en medios audiovisuales en nuestro idioma. Se trata de una gran figura de la tele española. Yo conocí su trabajo a través de la serie Salvados, que fue difundida por Netflix hace algunos años. De todas sus notas, la que más me impresionó es la que le hizo al dictador venezolano. Era impresionante verlo entrar al Palacio de Miraflores. Maduro es muy alto y tiene modales de matón, aun cuando pretenda ser cálido. Jordi es, digamos, de estatura inferior al promedio. Maduro venía con su discurso altisonante habitual, sus guardaespaldas, sus oropeles. Jordi, con sus pequeñas preguntitas. No quiero espoilear nada. Véanlo. Pero es un ejemplo de cómo se rodea a una presa con inteligencia y picardía y se lo va exponiendo sin necesidad de levantar la voz, ni gritar ni nada. Hay otros trabajos maravillosos de Évole. Solo dos, para no abundar. Uno es el documental que dirigió, en el que hay un encuentro del Papa Francisco con un grupo de jóvenes. Me voló la cabeza, porque esos jóvenes le hicieron los planteos más duros que un Papa pueda recibir. Y Francisco se la bancó. El otro trabajo es más reciente, Jordi entrevistó al líder del grupo terrorista vasco ETA. Para la mayoría de los españoles es un asesino. Es otra conversación fuertísima. Hace un tiempo conversé con él durante un viaje y me dijo algo muy piola sobre lo que genera una entrevista. “Muchas veces me critican porque no maté al entrevistado. Menos mal, digo yo. Imagínate si terminaba muerto…”.
CASSIUS CLAY, MUHAMMAD ALI
“He llamado la atención desde que aprendí a caminar y hablar. De pequeño, en la escuela, me di cuenta de que a casi todo el mundo le gusta ver a alguien que se comporta de forma diferente. Por ejemplo, no iba en el autobús escolar, corría a la escuela junto a él, y todos los niños me saludaban, me gritaban y me llamaban loco. Eso me hacía especial. O, en el recreo, empezaba una pelea con alguien para atraer a la gente. Siempre me gustó atraer a la gente. Cuando empecé a pelear en serio, descubrí que la gente adulta, los aficionados, actuaban igual que esos niños de la escuela. Casi desde mis primeras peleas, le decía a cualquiera que me escuchara lo que le iba a hacer a quien fuera con quien peleara, y la gente se desvivía por venir a verme, con la esperanza de que me ganaran. Cuando era aún un niño boxeador, me ponían en los carteles porque era un reclamo, porque hablaba demasiado. Otros chicos podían pelear y ensangrentarse, perder o ganar, y a casi nadie parecía importarle, salvo quizás a sus familias y amigos. Pero en cuanto me veían, la gente empezaba a gritar ‘¡Pégale en la nariz!’. Cualquiera habría pensado que era un profesional famoso diez años mayor que yo. Pero me daba igual lo que dijeran, siempre y cuando siguieran viniendo a verme pelear. Pagaban su dinero, tenían derecho a divertirse un poco”.
Uno de los personajes más atractivos del siglo XX fue, sin dudas, el gran boxeador, que se llamó Cassius Clay y, luego de convertirse al Islam, Muhammad Ali. La revista Playboy debe su fama mundial a su contenido erótico. Pero también ha sido un ejemplo de periodismo de calidad. Las entrevistas de Playboy fueron, en su momento, un género en sí mismo. Hace muchos años, en otra vida, me encontré con un libro que incluía las mejores de esas entrevistas, en la biblioteca de Jorge Lanata. A mí me gustaba mucho entrevistar y –literalmente— se lo afané. Cada tanto vuelvo a él. De repente, lo pueden conseguir en Mercado Libre o Amazon. Entre todas esas entrevistas, las que más me gustaron y me siguen gustando son la que les hicieron a Clay y Ali. Son dos, antes y después de la conversión, y se trata de dos entrevistas a personas muy distintas.
https://drive.google.com/file/d/1f2Mu4agojZLf9h1j40KswiiG6y4fsQnR/view
CHARLY GARCÍA
Y hablando de Lanata, he aquí esta genialidad. La vi mil veces. Podría decir “yo estuve ahí”. Porque estuve. Pero es un orgullo medio tonto. La tensión era impresionante, el juego de ajedrez entre uno de los mejores periodistas y uno de los más grandes artistas de la historia argentina fue maravilloso. Además, del juego de egos, que los describía a ambos. La grieta hizo que, con el tiempo, muchos concluyeran que Charly ganó la partida. No estoy de acuerdo. Creo que la pieza que salió de ese encuentro es de gran calidad. Y ese es el objetivo de un periodista: lograr que de un cruce con un entrevistado surja algo especial, si es posible inolvidable.
Si no la vieron, aquí la tienen.
RICHARD NIXON
Esta recomendación no es de una entrevista sino de una película acerca de una entrevista. La peli se llama Frost/Nixon. David Frost era un periodista australiano que estaba en la mala. Sus ratings habían caído, su carrera había entrado en un terreno incierto. En ese contexto decide entrevistar a Richard Nixon, el Presidente que debió renunciar tras el escándalo del Watergate. Nixon no había concedido aún ninguna nota desde su renuncia y pedía una fortuna. Frost decidió endeudarse para pagar lo que Nixon le pedía. Era su última bala. Si la nota salía mal, o anodina, ningún canal la compraría y él quebraría. No les voy a contar cómo termina. Pero termina bien. El desarrollo es interesantísimo. Frost contrata, por ejemplo, a un equipo de periodistas buenísimos, rigurosos, que lo subestimaban, porque él era una estrella de la tele, un tanto superficial. Él toleraba los desplantes, concentrado en la batalla que debía enfrentar. La dinámica de la relación entre ellos es hermosa. Y la entrevista, mamita: el juego del gato y el ratón, como debe ser.
DIEGO MARADONA
En el comienzo de esta entrega de Etcétera, me referí a la utilidad de los reportajes amigables, o cómplices. El entrevistado se relaja y se expone de manera muy natural. Esta nota a Diego se la hizo Dolores Barreiro, una modelo que conducía un programa muy divertido, en los noventa, que se llamaba El Rayo. Lo que más me gustó de la nota es la manera en que Diego cuenta el gol contra los ingleses, el segundo obvio, utilizando vasos y botellas como referencias. Pero todo, en esa nota, era mágico. Por eso, no siempre las entrevistas deben ser de confrontación. La pelea en una nota habitualmente resta más de lo que suma. La complicidad entre el entrevistado y el entrevistador es clave.
Y aquí se dio como nunca.
JAVIER MILEI
Este último apartado es un gusto personal, nada más que eso. Quisiera contarles algunas de las entrevistas que me gustaron entre tantas que hice. No están ni de lejos a la altura de las anteriores. De verdad. Pero ya qué estamos, ¿no? La primera es la entrevista que le hicimos en la radio a Javier Milei en julio de 2022. Esa nota hizo mucho ruido porque allí el candidato que sería Presidente habilita la posibilidad de que se compren y vendan niños. Semejante horror (que no impidió a la sociedad argentina votarlo). Además, se le pregunta insistentemente sobre una estafa en la que participó, y Milei responde con evasivas muy contradictorias (pese a lo cual fue votado). Lamentablemente, el Presidente nunca más me concedió una nota.
De Bonus track, aquí va también la entrevista que le hicimos a Abel Albino, el supuesto especialista en nutrición infantil, apenas asumió el gobierno de Mauricio Macri. Albino había sido designado como encargado de los planes de nutrición. Luego de la entrevista debió renunciar. Entre las cosas que había dicho, y nosotros no podíamos creer lo que escuchábamos:
“Hay personas que se masturban y jamás tienen una relación formal. Están con su esposa o su marido y después van a masturbarse en el baño. Y no lo pueden dejar. Es una adicción. Eso los condiciona y lo angustia. Yo lo veo en el consultorio. Cuando tengo que aconsejar, aconsejo que no lo hagan».
«El sexo anal es contra la naturaleza. No se debe violar el orden natural. Es un problema de la pareja. Yo sólo aconsejo no cruzar por ahí porque es peligroso. El recto no está anatómicamente hecho para eso y trae trastornos. Lastima y lesiona».
«La homosexualidad es un problema. Es multicausal. No hay una sola causa, por eso se analiza tanto. No la considero una enfermedad. Pero más de una vez fue una violación dentro de la familia lo que provocó eso”.
DIANA MONDINO
Cuando estaba cerrando esta entrega, se coló otra entrevista sensacional: esa en la que la ex canciller Diana Mondino sostuvo que Javier Milei, por haber escrito el tweet que desató el $LIBRA gate era “poco inteligente” o “una especie de corrupto». El estilo de esta entrevista no tiene nada que ver con las anteriores. Porque aquí el periodista bombardea a su “víctima” con preguntas incisivas, tonos agresivos, interrupciones hasta que, finalmente, Mondino dijo algo que no pensaba decir. No es la técnica que más me gusta. Pero, como se ve, tuvo sus efectos.
