Steven Pinker publicó, justo esta semana, en The New York Times una larguísima y fascinante nota sobre el conflicto entre Donald Trump y la Universidad de Harvard, la más prestigiosa de los Estados Unidos. Como se sabe, esa pelea forma parte del intento trumpista por disciplinar el contenido de las universidades más potentes del mundo. El punto de vista de Pinker es muy inteligente y matizado. Por un lado, explicó por qué hay muchas cosas para cambiar en Harvard. Por el otro, concluyó que el ataque de Trump es terriblemente injusto y dañino para la libertad, la democracia y el libre pensamiento.
Pinker tiene autoridad para decir todo eso porque hace unos años, ante el creciente autoritarismo del progresismo en Harvard, cofundó el Consejo en defensa de la Libertad Académica. El caso que lo conmovió fue el despido de una bióloga, que se había atrevido a explicar en una entrevista de qué manera la biología determina el sexo de los animales. No solo la cancelaron sino que perdió su empleo. Ese y otros atropellos lo empujaron a liderar un movimiento para recuperar la cordura, en los tiempos en que el wokismo, o algunos de sus referentes, dañaba la vida de personas que pensaban distinto a ellos.
Pero luego llegó Trump, y con él, todos los disparates que se puedan imaginar. Castigos económicos, negación de visas a académicos y estudiantes extranjeros, amenazas impositivas y una campaña ensordecedora para despreciar a la Universidad de Pinker y tantos otros genios. Él trata de situarse en un punto sensato de la discusión: corregir lo que está mal, defender la esencia de la libertad y la excelencia académica.
La nota la pueden encontrar en este link.

“No pretendo hacer una apología de mi empleador cuando digo que las invectivas dirigidas contra Harvard están fuera de quicio. Según sus críticos, Harvard es una ‘vergüenza nacional’, una ‘madrasa progresista’, un ‘campo de adoctrinamiento maoísta’, la ‘nave de los locos’, un ‘bastión de odio y acoso antijudío desenfrenado’, un ‘pozo séptico de agitación extremista’ y un ‘puesto de avanzada islamista’ donde la ‘opinión dominante en el campus’ es ‘destruyendo a los judíos se habrán destruido las raíces de la civilización occidental’. Y eso sin mencionar la opinión del presidente Donald Trump de que Harvard es ‘una institución antisemita de extrema izquierda’, un ‘caos progresista’ y una ‘amenaza para la democracia’, que ‘tiene contratados a casi todos progresistas, zurdos radicalizados, idiotas y cerebros que a los estudiantes y a los supuestos futuros líderes sólo son capaces de enseñar el FRACASO.”
“Los psicólogos identifican un síntoma llamado ‘escisión’, una forma de pensamiento en blanco y negro donde el paciente solo puede concebir a las personas que están en su vida como ángeles maravillosos o demonios execrables. Generalmente eso se trata con terapia dialéctica conductual, que incluye consejos como: ‘La mayoría de las personas son una mezcla de virtudes y defectos, y considerarlos completamente malos o buenos puede ser perjudicial a largo plazo. Cuando alguien nos decepciona nos sentimos mal. ¿Cómo hacemos para permitirnos sentirnos mal sin que eso defina por completo nuestra visión sobre esa persona?’ Para tratar con sus instituciones educativas y culturales, Estados Unidos necesita desesperadamente ese sentido de proporcionalidad”.
